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Ramón Carrillo intempestivo. La máquina de curar

  • Ramiro Gogna
  • 9 jul
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 16 ago


No hay pensamiento sin libertad y no hay libertad sin pensamiento. No es posible pensar sin los otros, así como no existe libertad sin los otros. Cuando se forma un grupo de investigación lo que se forma es una especie de inteligencia general, un gran cuerpo pensante que tiene mayores capacidades de producir cosas que las fuerzas individuales de los participantes. La combinación de los esfuerzos en el tiempo y en el espacio de la Universidad Nacional de Santiago del Estero hizo posible la publicación de este libro inédito de Ramón Carrillo.

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La potencia del libro de Carrillo reside en una especie de inactualidad iluminadora, intempestiva. No siempre lo nuevo crece en el jardín de lo actual. A veces la novedad de una perspectiva reside en encarar los asuntos desde coordenadas anacrónicas, marginales, olvidadas.


El lector se encontrará en este libro de Ramón Carrillo una extraña filosofía de la sociedad y del gobierno. Hay filosofía en los saberes médicos; la sociedad se piensa a sí misma a través de la medicina.


Resulta atrayente y llamativo para los lectores contemporáneos el hecho de que Carrillo piensa la política desde el problema del “gobierno.” Es curioso que la palabra que más empleamos para referirnos a nuestra relación o experiencia cotidiana con la política sea la palabra “gobierno”; y que dicho concepto no sea tan frecuentado por las teorías actuales. La filosofía política, casi no habla del “gobierno”. Carrillo, sí. ¿Qué implica esto?


Escribe Carrillo: “El manejo científico del gobierno constituye el objeto de la cibernología, es decir, la doctrina, la arquitectura de ideas, donde se sedimentan, en el transcurso del tiempo, las ideas generales de la psicología, de la biología, de la economía, del derecho, de la política, y las compagina en varios objetivos, entre otros, cuidar el caudal biológico del pueblo, lo que llamamos la Biopolítica, que se suma a los objetivos ya conocidos del estado”

Es decir, para gobernar es necesario conocer los espacios humanos: biológico, psicológico, sociológico, económico, político, jurídico. Un buen gobernante o un buen gobierno, es el resultado de una acción meditada, que considera todos estos espacios.


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Ahora bien, el problema del gobierno debe pensarse y meditarse: no es lo mismo que reflexionar sobre la política como problema jurídico del Estado. Gobernar un estado no es lo mismo que gobernar una familia. Como subraya algún autor contemporáneo, gobernar no es exactamente reinar, mandar, hacer la ley, ser soberano, padre, señor, juez, general, propietario, maestro, profesor. Gobierno son aquellos medios concretos empleados para aumentar, mejorar, ampliar la salud, procurar el bienestar a los individuos y a las poblaciones a través de acciones directas o indirectas.


 Otro rasgo notable es que Ramón Carrillo construye una teoría o una ciencia política a partir de conceptos de la medicina u otras ciencias. Su pensamiento político asume las adquisiciones conceptuales centrales de la medicina moderna, como son la afirmación del carácter constituyente de la espacialidad corporal, el poder originario de la percepción o los afectos, la posición de los instintos en la experiencia, la realidad física y biológica de la sociedad.


Es una fantasía pensar que la medicina se reduce a la relación individual entre el médico y el enfermo. La medicina moderna es social, y estatal, nace en alianza y paralelamente con la organización del Estado. Para Carrillo no hay gobierno eficaz sin el montaje de la máquina de curar.


El encuentro entre Perón y Carrillo expresa una toma de conciencia política de la medicina, y una toma de conciencia médica de la política. Es el gobierno peronista, sus fines y proyectos, lo que permite entender la máquina de curar montada por Ramón Carrillo, al mismo tiempo que no hay gobierno peronista eficaz sin la máquina de cuidar carrilleana.

Para montar la máquina de curar eran necesarias algunas condiciones: lograr una alianza con el estado que le diera validez, protección legal y amplificación, para asegurar una política constante, general y gratuita de asistencia e impacto nacional; reorganizar del campo hospitalario; dar un nuevo estatus de la salud y la enfermedad en la sociedad; lograr rodear al enfermo en un espacio homogéneo y colectivo; establecer nuevas relaciones entre auxilio y saber, entre asistencia y practica medica; había que lograr al mismo tiempo hacerla extensiva con el conjunto de la sociedad, atención al individuo, vigilancia generalizada.


Con la pandemia del COVID-19 comprendimos con el cuerpo aquello que se nombra con el problema de la biopolítica. Un acontecimiento biológico que presiona en el sentido de obligar a una intervención general que es simultáneamente médica y política. Lo hayamos pensado o no, en la pandemia experimentamos que los procesos humanos producen efectos en la vida biológica y que los acontecimientos de la naturaleza impactan en los procesos sociales.


La biopolítica para Carrillo es la organización de los cuerpos y las poblaciones en el espacio, la planificación, ejecución y regulación de ese proceso; implica un estudio y un análisis sobre esas poblaciones para actuar sobre ellas (indagando sobre la salud y la enfermedad, la fuerza productiva, la sexualidad, los nacimientos y las muertes, las enfermedades endémicas, los espacios urbanos, las perversiones y comportamientos); actúa como una operación sobre el medioambiente social, cultural, sanitario.


Con el peronismo el cuerpo se transforma en realidad biopolítica, se produce una socialización del cuerpo: esto quiere decir que el estado vital de las poblaciones es un elemento activo de la riqueza nacional. En este sentido, El Plan Analítico de Salud Pública es una estrategia biopolítica. El gobierno, directa o indirectamente, trabaja a nivel de los acontecimientos de la vida. La modernidad del peronismo, y de Carrillo, consiste en producir una política no de la afirmación de una naturaleza humana preestablecida, sino una política de la producción del hombre por el hombre, ejerciendo una acción sobre los procesos vitales. El mismo Carrillo denomina a la economía social peronista como “economía biológica”, ejemplificada en el primer plan quinquenal del gobierno de Perón.

La cibernología y la biopolítica de Carrillo se desmarcan explícitamente de las derivas racistas de los modelos reflexivos que reúnen medicina y política, biología evolucionista y discurso de poder. Gabriel Muro reconstruye la discusión de Carrillo con Jacques Marie Mahieu en 1951, donde defiende que una forma de gobierno que tiene como fin “fijar una política biológica con el potencial humano, para cuidarlo y mejorarlo”, no es lo mismo que la higiene de razas nacionalsocialista. El arte de gobierno se da una tecnología biopolítica cuyo fin es potenciar lo viviente. Así las poblaciones son simultáneamente efecto técnico y realidad biológica.


En el siglo XIX argentino, la medicina produce civilización contra la barbarie. Pero el racismo “fragmenta el continuum biológico que aborda el biopoder”, por ello la guerra al indio, al gaucho, al negro, se presentaba como una guerra de razas. Para los liberales del siglo XIX la política es una especie de fisiología aplicada, e imaginan un dispositivo de salud empalmado con un poder gubernamental para hacer trabajar y dirigir a las multitudes. Sin embargo, como recuerda Alejandro Ruidrejo hasta 1949 el derecho a la salud no estaba sancionado en la constitución argentina. Aunque existen antecedentes de la organización de la Gran Maquina de Curar, es con el gobierno peronista que se pone en marcha y se despliega un sistema de salud con fines nacionales; para asegurar la fuerza biológica de la Nación. Antes de Carrillo la salud no es objeto de preocupación sistemática del Estado, ni es un derecho el mantener un cuerpo en buena salud.


Pensar el problema de la biopolítica implica pensar la inmanencia social, la producción del humano por el humano. Aunque existen antecedentes de una política que tiene como objetivo la producción de la vida de las poblaciones, recién con Ramón Carrillo se transforma en (aspira a ser) un conjunto centralizado, hegemónico, racional, de técnicas sociales dirigidas al continuum de la población (sin distinción de razas).


 Acaso Carrillo es el Sarmiento del siglo XX, incluso más importante como “civilizador” que el portentoso cazador del espectro de Facundo. Carrillo hace lo que los liberales soñaron mal y realizaron poco, distanciado de un racismo que pretende fundar las diferencias históricas en diferencias biológicas deterministas, y construir “criterios” biologicistas para justificar que el accionar del poder distinga dentro de la especie humana razas que sí es conveniente hacer vivir, y otras que conviene hacer morir.


Finalmente, creemos que una comunidad puede asumir un libro creativamente si logra hacerlo funcionar en lo inmediato, en el tejido molecular de nuestra cotidianidad, como un pequeño aparato que nos permite relaciones más profundas con el entorno social, con los otros.





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